A menudo se acusó a algunos miembros
del grupo de haber sentido desprecio,
o incluso odio hacia Laura.Laura bebía demasiado, era cínica,
fría, despiadada, y a veces incluso
cruel. Y todos nosotros lo sabíamos.Así es como era ella.
Pero hay algo que no pienso aguantar:
Límpiense la boca antes de hablar de ella.¡No! Ustedes no vivieron la guerra.
Ustedes no conocieron a Laura, y no tienen
ningún derecho a hablar mal de ella.Ella era una de los nuestros,
y nosotros, la queríamos.
Extracto de una conversación con la entidad virtual Z-401.
Archivo Histórico, volumen SE-3489-SN-12.
El aspecto de la guerrera resulta ser más lamentable de lo que le pareció en el monitor.
Abre la puerta, y allí está ella.
Laura Shimoda se baja la mascarilla, retira su capucha y coloca bien el pelo de su melena oscura, larga y descuidada. Está empapada de agua contaminada, le mira, y sonríe.
Douglas había visto un documental sobre animales extintos una vez, en la ciudadela, hace mucho, mucho tiempo. La sonrisa de la chica le recuerda a una hiena.
Y cuando se miran a los ojos, también recuerda que los ojos de la chica son artificiales. Durante un segundo se pregunta cómo debe verse el mundo con esos ojos.
La guerrera habla primero.
—Estás más viejo.
El avanza dos pasos, y mira a ambos lados de la calle.
—¿Te han seguido?
—No.
Laura abre la mochila que lleva colgando, para que Douglas vea la botella que trajo, es vodka.
De camino la vio en un puesto de bebida, le pareció un detalle correcto, porqué significa: Te estoy invitando a beber, no he venido a matarte.
Pero Douglas ni la mira apenas, y avanza dos pasos más para escudriñar mejor en la oscuridad al final de los callejones.
—¿Seguro que no te han seguido?
—Que no, joder.
Desconfiado, entra otra vez en casa y aguanta la puerta, dándole paso.
La guerrera avanza unos pasos y mira a su alrededor.
Hay un montón de cosas electrónicas en un montón de estantes, al fondo hay un rincón que parece una cocina por el simple hecho de que hay menos trastos electrónicos y Doug colocó allí un frigorífico viejo, unos fogones, y un micro.
Doug cierra la puerta y la asegura con más cerrojos de lo habitual, luego respira hondo, y cuando se da la vuelta ella ya se ha quitado el abrigo, que ahora está colgado en una estantería, empezando a formar un pequeño charco en el suelo.
—Tengo frío.
—Hay una estufa... ahí.
Ella se acerca al rincón que él le señala, ahí hay una mesa baja, tres sillones viejos y una estufa química. Es una escena llena de recuerdos.
Abre una manivela de paso, y pulsa un botón que hace saltar una chispa dentro del enorme trasto de metal , que empieza a emitir luz anaranjada, un zumbido leve, y calor.
Se aparta un poco, empuja unos de los sillones para acercarlo a la estufa y se sienta en él.
En cada taller de Douglas siempre ha tenido tres sillones y una estufa química en un rincón. En el pasado ella se había reunido con otras personas alrededor de una estufa igual, en otro lugar, hace mucho tiempo.
Ahora ya no queda casi nadie.
Ahora hay tres sillones y sobra uno, ese sillón vacío le recuerda toda esa gente que con la que ya no se reunirán. Ahora están todos en el viento del desierto.
Los recuerdos del pasado siempre le dan sed. Mira a Doug que está ahí quieto mirándola, y le señala hacia la botella que ella dejó sobre una mesa, cerca del rincón-cocina.
Doug se acerca sin decir nada, examina esa botella, y empieza a rebuscar en un armario.
Busca un par de vasos de cristal, pero no los encuentra. No consigue recordar si los guardó en otro lugar o si los vendió. El cristal es frágil, y las cosas frágiles no son útiles en el mundo exterior.
Al final se decide por dos pequeñas tazas de metal, y también toma un trapo grande que tiene en la cocina para ofrecérselo a su invitada. Ella lo acepta sin más, no le da las gracias.
En Nazshda no existe la palabra 'gracias'.
Existe 'nauul' si... pero eso es para cuando alguien te da caridad, o si te perdonan una deuda, o si alguien corre algún riesgo por ti.
El le ha dado un trapo para que se seque, porque el ha querido, y eso no merece una palabra propia en la pragmática lengua del yermo.
Se sienta en el otro sillón, pone las dos tazas sobre la mesa, abre la botella y llena las dos hasta la mitad.
Verla ahí, secándose delante de la estufa le recuerda tiempos que el quería olvidar. Y aún así, no queda ya mucha gente viva con la que Douglas pueda beber.
La guerrera toma su taza, y la levanta en su dirección.
—Nurg.
—...Nurg.
Beben de un trago, Laura se acerca a la botella y procede a llenar las tazas de nuevo.
Douglas no deja de pensar en lo último que le dijo Dominike, "esa mujer no trae nada bueno, nunca". Seguramente tiene razón, pero opta por decir algo diferente, aunque no por ello es mentira.
—Me alegro de que estés bien.
Ella sonríe y piensa: "De que no me hayan matado aún"
—¿Sigues hablando con tu novia rusa Doug?
—No, ya no.
La guerrera mira a su alrededor con desdén, al fondo hay una escalera, puede oír ruido de ventiladores, seguramente son computadoras. Y seguramente ahí está la máquina que usa para hablar con la chica con la que dice que ya no habla. Laura se pregunta que se debe sentir, se pregunta cómo debe ser que alguien te quiera de ese modo.
Douglas toma un sorbo y habla, interrumpiendo sus pensamientos.
—¿Cómo está Klauth?
—Lo mataron. En un control de la Policía Militar.
Douglas solo había hablado un par de veces con Klauth. Le entristece su muerte, pero ni remotamente le sorprende.
—Lo siento.
—La mierda ocurre.
—¿Con quién estás ahora? La siguiente era... Sofia, ¿no?
—Si, está muerta.
—Joder... ¿Como?
—Pilló no sé qué mierda del yermo. Tenía un nombre de esos de enfermedad rara.
—¿Termina negra?
—No... era otra cosa. Era... no sé, no me acuerdo de como coño se llamaba. Un día empezó toser sangre, y luego esa cosa empezó comersela por dentro. Se ve que tarda unos cuantos meses en matarte.
Douglas recuerda a Sofia, que era morena, tenía los ojos azules, y una sonrisa que -curiosamente- la guerra no había conseguido borrar. Como muchas otras mujeres del Mundo Exterior Sofía era estéril, pero tenía una hermana que había dado a luz a dos hijos. El la recuerda recuerda enseñando fotografías de dos críos que hacía suyos, llena de orgullo.
Sofía no se unió a la organización por ninguna causa noble o superior, ella sabía que el Sol Naciente -y sus pagas- le permitirían cuidar mejor de su familia.
—Meses..
—No sufrió. Teníamos que hacer una recogida de munición, cuando salimos escribió una nota, dejó dinero para su familia y se metió la pistola en la boca.
—Ostia puta...
—No quería que la viesen así. Nosotros les dimos el dinero, les dijimos que había caído en combate. Es lo que nos pidió, en la nota.
Sofia y Klauth, ambos muertos. Era más o menos normal, habían pasado muchos años, y así es como pasaban los años en el Sol Naciente, dejando un reguero de muertos.
Teniendo en cuenta que eran miembros de la organización, a Douglas no le parecieron nunca malas personas. Y eso tenía sentido. Los buenos siempre morían primero.
Shimoda quiere servir más vodka, y llena su taza, pero Douglas aún sostiene la suya a dos palmos de la cara, perdido en sus pensamientos.
—Douglas, -dice ella agitando la botella- bebe.
El se termina el vaso, y la guerrera los llena de nuevo, toma un sorbo, enciende un cigarrillo y ofrece otro a Douglas, que lo rechaza con la mano.
Douglas Einsslin, más cansado y más viejo por momentos, solo agita su taza, y en el fondo de esa taza una idea, un temor que se hace cada vez más real.
—¿Quién era el siguiente?
—Nashul.
—...nunca me gustó Nashul.
—Vendió armas del Sol Naciente a la Casa del Dragón. Lo apartaron.
Así es como llamaba el Sol Naciente a matar a uno de los suyos Naxshdath, que se traducía como 'apartar', aun que significaba literalmente «apartar lo podrido de lo que está bien».
—¿Fuiste... tú?
—No, no fuí yo. -Y como si hiciese falta aclararlo, ella añade- Lo habría hecho, era un traidor.
Douglas no aparta la vista del fondo de su taza, mientras sus temores se hacen cada vez más reales.
—¿Roberto?
—Esta muerto, cuando fuimos a...
—¿Alaina...?
—... muerta.
—Ivan, Mathias, Urhan, Lucía....
—Iván está desaparecido. Los demás todos muertos.
Termina su taza de un trago, y la deja con fuerza sobre la mesa. Mirando a Laura a los ojos y con toda la determinación que puede reunir dice:
—No pienso hacerlo.
—Puesto 43 en la cadena de mando Doug... ese eres tú.
—No lo haré.
—Douglas la cadena de mando es... inquebrantable.
—No.
—Ve con cuidado Douglas, -advierte- negarse es traición.
—He dicho que no.
—Douglas, cuando la cadena de mando...
—Que te vayas a la puta mierda joder.
—¡Douglas! ¡Que la traición se castiga con la muerte, joder!
—¡Vete a tomar por el culo! ¡Estaba tranquilo joder, estaba tranquilo hasta que tú -la señala con un dedo acusador-, si tú, llegaste!
—Venga ya... si no vengo yo enviarán a otro...
—¿Se castiga con la muerte? Estáis cayendo como moscas joder. Y tú me traes esto. Después de cinco años vienes a mi puta casa. ¿Y que me traes? La misma puta mierda de siempre, sangre, y muerte. Para eso has venido.
—Yo no he tomado esa decisión. Y son malos tiempos, pero creo que sé porque hemos tenido tantos problemas...
—Me alegro por vosotros. Cuéntaselo al 44.
—Se lo cuento al siguiente en la cadena de....
—Que no lo haré, coño.
—Yo no hago las normas... pero la traición....
—¿¡Se castiga con la muerte!? Y qué coño piensas hacer ¿eh? ¿¡Vas a matarme!?
Un silencio corto, que se hace increíblemente largo, se apodera de toda la habitación.
Luego ella, malhumorada, se reclina en el viejo sillón y suspira. Apura su vaso y apaga el cigarrillo dentro de el.
—Te diré lo que ha pasado aquí, yo he venido, tu te has negado, yo te he matado. Y eso es lo que ha sucedido. Ahora recoge tus mierdas y lárgate. Pero...
—¿Pero qué?
—Pero escóndete en el puto culo del mundo Doug... Porque como te encuentren... bueno ya sabes lo que ocurrirá si te encuentran.
—Vaya, muchas gracias Laura, ¿Debería estar agradecido?
—Vete a la mierda tio, estoy mintiendo por ti gilipollas. Mintiendo a la organización, mintiendo al puto Sol Naciente, egoísta de mierda.
Douglas agarra la botella y se llena casi toda la taza y bebe de un trago. Ella tiene razón, podrían matarla por perdonarle la vida...
—Nauul...
—Ya... nauul... no te jode. Pasaré la noche aquí, me he cruzado con dos polis, parece que hay controles.
—Hay mas gente... gente más preparada que yo. Ellos sabrán que hacer...
—El siguiente es Olfsen.
—¿Olfsen?
—Olfsen si... - dice ella, mientras lamenta haber apagado el cigarrillo en el interior de su taza.
Abre la tapa de la estufa química y tira el contenido dentro. Limpia con un dedo la taza, y reparte lo que queda de la botella entre los dos.
—Olfsen, ¿El que despellejó...
—Si, el que capturó un enlatado y lo despellejó vivo mientras el resto de su comando se reía. Ese Olfsen.
—Es un puto psicópata, ¿porqué él?
—Los siguientes están muertos, número 52 en la cadena.
—Es un tarado, y un fanático.
—No sé Doug, igual por eso está en el puesto 52 y no en el 43 ¿no?.
Por algún motivo a Doug le da por recordar el momento en que conoció a Laura. Recuerda a una niña de solo 16 años con mas de 60 ejecuciones a la espalda. Ya era fría y despiadada, y ahora, con los años, seguramente será más fría y más despiadada.
Y hay cientos como ella, escondidos en cientos de comandos esperando solo una orden para matar.
Si eran los últimos días del Sol Naciente, Olfsen se ocuparía de que esos últimos días fuesen un jodido baño de sangre.
La guerrera se ha levantado y ahora está mirando dentro de un pequeño frigorífico que Douglas tiene en el rincón-cocina.
—¿Tienes algo para comer?
Bajo las órdenes de ese psicópata mucha gente morirá en muchos bandos diferentes. Y lo harán por nada, por una causa perdida, por una causa que nació muerta.
—También me iría bien lavarme, llevo tres días pateando este sitio de mierda. ¿Tienes un reciclador de agua no?
Se pregunta como se lo contará a Dominike, y si ella lo entenderá.
Tarde o temprano seguramente lo descubrirán, tarde o temprano seguramente sabrán que Laura no lo ha matado.
Le matarán a el, matarán a Laura por mentirles, y en cuanto a Dominike... Si no la matan, estará condenada a vivir en el Mundo Exterior sola, sin el motivo por el cual abandonó su hogar.
—¿Ya no tienes la paga del Sol Naciente o que? ¿Por qué te comes esta basura? -Dice mientras sigue rebuscando dentro del frigorífico.
Puede decirle lo que está sucediendo sí, pero ella tendrá un motivo más para ir corriendo a buscarle. Incluso piensa en desaparecer, pero ella sería capaz de ir sola al mundo exterior a buscarle. Dominike ha tomado una decisión, y es tarde para hacerla cambiar de idea. Están en peligro, y morirá mucha gente.
Solo hay un modo de estar un poco menos en peligro, y solo hay un modo de que muera algo menos de gente.
—Doug...
Como en los viejos tiempos, obligado a elegir el Sol Naciente una vez más, y por el mismo motivo.
—¡Doug!
—¿¡Que!?
—Que si tienes comida, y que si me puedo duchar.
El la mira, se termina el último trago.
—Lo haré.
Laura le mira con cierta sorpresa.
—No has dicho antes que no pensabas...
—No hay otra alternativa, dentro de toda esta mierda, es más seguro aceptar que rechazar.
—Vaya, tú siempre tan implicado en la causa.
—Dominike vendrá. Al mundo exterior.
—¿Tu novia rusa con la que ya no hablas? ¿Por qué quiere venir aquí? ¿Es tonta o que le ocurre?
Ni siquiera hay malicia en la última pregunta, así que Doug la ignora.
—Quiero que la ayudéis a llegar aquí, segura.
—Soy un soldado no tu jodida... nakzala.
—"Canguro" -Corrige él.
—Eso.
—Tu tienes contactos, no me fío de la OSF.
—¿Quien se fía de esos mierdas? Por pasta venderían el coño de su madre a una manada de perros.
La chica se ha apropiado de algunas cosas de la nevera y se sienta otra vez en la mesa.
—¿Y bien? -Insiste él
—Que si, vale.
—Hay algo más, pronto habrá problemas en el 17.
—¿Qué problemas?
—Erald cerrará la factoría.
—Habrá hambre, y problemas si... pero nos largaremos de este pozo de roña antes de que eso ocurra, espero.
—Nosotros lo evitaremos.
—¿Como nosotros?
—El Sol Naciente, lo impediremos.
—Tu te has enterado de que tenemos problemas ¿No? Te has enterado de que nos han estado cazando como a ratas. ¿No?
Doug saca unas latas de cerveza de uno de los armarios, se sienta el otro sillón, y las pone sobre la mesa.
—Has dicho que creías saber el porqué.
—Creo que han reventado el canal de comunicación.
—Eso no es posible, los canales del Sol Naciente están cifrados.
—Ya se que están cifrados. He hablado con otros y...
—Son claves de cifrado de 48 mil bits, no es posible reventar eso.
—Y si han reventado el canal criptográfico...
—Laura, eso es matemáticamente imposible, no se puede hacer.
—Que ya me se la puta teoría tío. Y te digo que nos han estado cazando. Han caído como 30 grupos en los dos últimos meses. Pero a mi no me han encontrado, hace tres meses que no uso una terminal de red.
—¿Y como te has comunicado...?
—Andando, y con mensajeros y con contactos.
—Eso no demuestra lo que estas afirmando. Las claves de cifrado son claves de 48 mil bits de claves asimétricas. ¿Sabes lo que es una clave criptográficamente asimétrica?
—Pues no Douglas, no tengo ni puta idea de que mierdas es una una clave de esas, pero resulta que como en el mundo real hay mas gente imbécil como yo, que no sabe nada de las criptografías esas de los cojones, pues en su imbecilidad, también han desconfiado de los terminales de Red. Y a esos no les han pillado. Esos grupos no han caído.
—Quizá un chivato... alguien de rango alto.
—Los comandos son independientes. ¿Un chivato en cada uno de esos grupos? En la mayoría de casos se los cargaron a todos, no hay 30-y-pico chivatos dispuestos a dejarse matar, Doug.
El se queda en silencio, mientras procesa todo lo que la guerrera le está contando. La Tecno-Rede criptográfica del Sol Naciente gestiona absolutamente toda comunicación de la organización, ademas de flujos de criptomonedas de Cult, el dinero de la organización.
Si Laura tiene razón, estan infinitamente jodidos.
Ella sigue hablando.
—Ojalá me equivoque, pero yo que tu no usaría el terminal de red, -se acuerda de su novia rusa y añade...- al menos no con las claves de cifrado del Sol Naciente.
—Si es así estamos incomunicados con los demás.
—Casi del todo, pero como te dije llevo meses caminando, tengo algunos enlaces, podemos comunicarnos con algunos comandos, tengo números de teléfono satelitales, con cuaderno de uso único, hay algunos contactos que pueden llevar mensajes...
—Eso es una mierda.
—Pues vale joder, pero es algo, es mejor que nada.
Douglas se lleva una mano a la cabeza, presionando su frente, como si así pudiese poner un poco de orden en sus ideas. Ella sigue hablando:
—No tengo rango para hacerlo yo, pero creo que deberíamos buscar una terminal de red, uno que este apartado, y dar una última orden a todos los demás, para que dejen de usarlas a partir de ahora.
—Estaremos incomunicados.
—Es mejor que estar comunicados, con el enemigo escuchando.
—Lo haré.
—Tendremos que buscar otro canal para comunicarnos, y luego contactar con los demás para que lo usen.
—Será lento...
—Si, lo será.
Douglas la imita y se centra en su cerveza. Mira al fondo del taller, a la puerta del que hasta ahora era su tranquilo taller, a Doug le gustaba su taller, hasta ahora.
Ahora le parece que es demasiado pequeño, que la puerta es demasiado frágil y no tiene bastantes cerrojos, que no hay suficientes cámaras para vigilar el exterior, que no tiene bastantes salidas de emergencia.
Ahora el exterior de esa puerta se presenta en su imaginación como un lugar tenebroso, con montónes de soldados vestidos de negro y cascos con visor rojo acercándose por callejones oscuros, acechandoles.
—Laura...
—¿Que?
—¿Es cierto que las dashiri no tienen miedo? ¿Tu nunca tienes miedo?
Normalmente ella buscaría algo ácido con lo que responder a esa pregunta, y esta a punto de hacerlo, pero ya no queda casi nadie con quien Laura pueda hablar de verdad, ella suspira, y como si fuese explicación suficiente le dice que.
—No puedo recordar la última vez que dormi de un tirón. Se que lo hice, de niña supongo, pero ahora ya no consigo recordar como era, ahora ya no puedo recordar lo que se siente.
Y ambos guardan silencio, cada uno pensando en sus propios demonios.