Madre y hija habían hecho una pausa en su avance a través de aquel oscuro bosque, y empezaban a estar -sobretodo la madre- cansadas después de toda una noche de camino.
Siempre avanzaban de noche, nunca a la luz del día.
Y no es que no estuvieran agradecidas al astro Sol. Ellas lo estaban por toda la abundancia y la comida que cultivaba para ellas durante el dia, para que la encontrasen por la noche.
Pero también era cierto que el sol y su calor abrasador nunca había tratado bien a los suyos ni a su piel.
Tiene cada una de ellas un nombre, uno que en su idioma tiene un importante significado, pero usaremos otros nombres para contar su historia. Unos más fáciles de escribir y que en nuestro idioma sean más fáciles de pronunciar.
Nos referiremos a la vieja madre como Skarla, y a su preciosa hija como Nulea.
En estos momentos la vieja Skarla está al lado de un -también viejo- árbol, un árbol que hace tiempo que murió, y ella rebusca entre sus raices.
Ha capturado varios cienpiés, que si bien no son sus favoritos siempre son mejores que nada.
Cuando se asegura de que ya no quedan más, se da la vuelta y observa a su hija, ocupada también en la cena a unos diez zancadas de ella.
Hace poco que llovió, el bosque huele a musgo, a madera húmeda, huele a hierba. No es el olor de un pantano claro, no es el olor de su hogar, pero este olor es reconfortante también.
Nulea, que se a encaramado a otro arbol, está ahora haciendose con varias babosas que descubrió trepando por él.
Podrían comer más o menos cualquier cosa viva que no sea una planta, pero cada vez quedan menos animales en los bosques, los cienpiés y las babosas sin embargo, són de los pocos que siguen abundando aquí. Eso los convierte en una comida adecuada.
No puede evitar pensar que su hija es preciosa. Tiene dos enormes ojos color violeta que resaltan y sobresalen de su pequeña cabeza, son muy muy claros, y sus pupilas rasgadas son verticales, a diferencia de las de Skarla.
El rasgado vertical siempre resultó atractivo para los machos.
Nulea es joven, y su piel siempre húmeda aún resplandece a la luz de la luna, una piel de un verde que según como refleja la luz parece marrón claro. Entre sus dedos, la membrana es delgada pero flexible, justo hasta la mitad de los dedos.
Nulea tiene todo el cuerpo cubierto de manchas negras que motean su cuerpo, y escalan a través de su espalda como un mar de estrellas hasta el rostro, para allí alinearse de un modo perfectamente simétrico.
Si, sin lugar a dudas, si algún día encuentra a un macho, la vieja madre está segura de que su hija será de su agrado.
Y Skarla espera que eso no tarde mucho en suceder, le gustaría ver a sus nietos antes de que la muerte venga a buscarla, y espera en secreto que ocurran ambas cosas pronto, los nietos, y la muerte.
Porque es vieja, y le duelen los huesos, y no le queda mucho más ya por hacer de todos modos.
Porque puede que su hija cometa errores cuando Skarla ya no esté, pero no será porqué ella no se lo haya enseñado todo ya.
Nulea, salta del árbol para caer grácilmente sobre una roca cubierta de musgo. Un salto más hasta el suelo y luego se acerca a su madre y le enseña sus presas.
Tienen los seis cienpiés de Skarla, y siete babosas. No es mucho, pero es suficiente.
Intercambian la mitad exacta de sus capturas tal y como como ordena la tradición, porque aquí no importa quien cazó más. Cada uno da la mitad de lo que tiene a los demás, y si obtienes más, das más, es así de simple.
Skarla hace dos grupos de tres cienpiés y Nulea elige el que considera que tiene los cienpiés más grandes. Podría elegir el grupo con los cienpiés más pequeños para dejar más a su madre. Pero eso es de mala educación, querría decir que ella no lo repartió justamente.
Nulea parte una de las siete babosas por la mitad, y su madre elige las tres babosas y media de la mano derecha.
Los suyos saben hablar, es de las pocas cosas que los asemeja a los humanos. Pero a diferencia de ellos, no consideran que saber hablar sea motivo para hacerlo continuamente y de forma innecesaria o vanal.
La joven Nulea señala la piedra dónde saltó, que es un lugar donde podrían parar a comer, la señala sin decir nada con un interrogante en la mirada. Skarla sabe que lo hace no porqué este cansada, lo hace por si su vieja madre lo necesita.
Pero la anciana mira hacia el cielo, y puede leer en él que no faltarán más de tres o cuatro horas para que amanezca, puede leer que es mejor darse prisa. Así que simplemente niega con la cabeza y señala con la vieja rama que le hace de bastón hacia el norte, hacia el lugar donde mora su ancestral enemigo.
Caminan las dos sin hacer ruido, Skarla masticando sus presas con la paciencia necesaria que requiere haber perdido ya la mitad de los dientes.
Nulea, por otro lado los mastica porque quiere saborearlos, y mientras camina va apoderandose de hojas de diferentes plantas y engulle sus presas acompañadas con esas hojas.
Mezclar la comida de ese modo, buscando sabores falsos, es algo muy humano, demasiado...
Y a además -piensa Skarla- es estéril, porque sus estómagos pueden tolerar cualquier veneno que cualquier planta pueda producir, pero lo que nunca podrán hacer sus estómagos es extraer alimento de las hojas.
Skarla decidió cuando Nulea era aún una niña, que eso si, que le concedería eso.
A su hija le encantaba mezclar la comida con hojas y descubrir nuevos sabores.
Se lo concedió avisandola -eso si- de que era de mala educación, y de que no debía hacerlo en presencia de otros, y mucho menos, cuando encontrasen un macho.
Cuando han caminado casi una hora, los arboles y la vida se cortan bruscamente al llegar a un rio-de-piedra humano.
El rio-de-piedra es de un gris oscuro, y perfectamente plano sobre el suelo se desliza a través de las montañas serpenteando y cortando la vida que crece como si fuese una gigantesca cicatriz en el bosque.
Este es un de los anchos, de esos en los que los humanos dibujan extrañas lineas de color blanco. Esas lineas son rectas a los lados, y sin un orden aparente en el centro a veces son rectas o a veces son punteadas.
A los rios-de-piedra los acompañan -separados por muchas zancadas- palos clavados en el suelo a su lado, y en la parte superior de esos palos hay unos círculos con una combinación de colores que habitualmente es roja, negra y blanca.
En esos círculos, los humanos dibujan algun tipo de símbolos mágicos.
Nulea piensa que esos símbolos son la fuente de la magia que impulsa las cajas.
Y es que en esos ríos de piedra a veces se mueven a toda velocidad unas cajas extrañas de un material más extraño aún que transportan en su interior a uno o más humanos. Las cajas parecen animales porque tienen dos ojos que emiten luz delante... pero no. Son como el rio de piedra, solo cosas construidas y sin alma.
Las cajas emiten siempre ruido, pero a veces también música, a pesar de que nunca vió a nadie tocando dentro.
Una vez vió a unos humanos salir de una caja-que-se-mueve, y vió como en la parte delantera, abrían la caja justo encima de los ojos de luz.
Se lo contó a Skarla, y ella le dijo que quizás ahí es donde viajaban encerrados los que tocaban la música.
Ellas también tienen música claro, pero la suya es agradable de escuchar, y respetan a los suyos que son capaces de hacer música, no los encierran dentro de cajas.
Cuando se aseguran que ninguna caja-que-se-mueve ilumina el horizonte, cruzan el rio de piedra a toda velocidad hasta la seguridad del bosque al otro lado. Y al cruzar Nulea repara en la lejania en uno de esos palos que no ha visto nunca hasta ahora. Decide preguntar.
-
Madre, ese palo-rio-piedra ahí a lo lejos, tiene una luz verde.
-
Algunos son asi, tienen luz.
-
¿Para que sirve?
-
Para lo mismo que todas las cosas que hacen los humanos, para nada.
Nulea se queda pensativa. Su madre tiene razón pero no es lo que quería saber, así que ella reformula la pregunta.
- ¿Para que usan el palo con luz verde?
Skarla suspira.
-
No lo sé, la luz no es siempre verde, a veces es amarilla, o roja. Creo que cuando a una caja-se-mueve se le termina la magia, entonces los palos-tres-luces se ponen de color rojo. Lo pienso porqué las cajas se detiene cuando la luz es roja. Y cuando el palo-tres-luces termina de alimentar con su magia la caja, entonces se pone de color verde, y la caja, que ya tiene poder de nuevo, sale disparada otra vez.
-
Entiendo.
Pero Skarla, ahora que sació una curiosidad innecesaria con una respuesta innecesaria, decide responder a la pregunta con algo que aporte menos conocimiento, pero mas sabiduría.
-
No deberías pensar-dar-vueltas a esas cosas hija. Así es como las BrujaArañas engañaron y doblegaron a los humanos, haciendoles pensar-dar-vueltas a cosas irrelevantes. Recuerda que toda su magia, la de las cajas-que-se-mueven también, viene de las BrujArañas. Y por lo tanto... es siempre malvada. ¿Lo entiendes?
-
Si madre.
Suben una pequeña colina, y al llegar arriba, pueden ver a lo lejos una madriguera humana. Han llegado.
Las madrigueras humanas son como el resto de las construcciones humanas, reflejan su obsesión enfermiza por contenerlo y compartimentarlo todo. Así son los humanos.
No aprovechan nada de lo que hay, lo destruyen todo, y crean sobre lo que han destruido y desde cero su madrigueras, que suelen ser de piedra robada en otros sitios, piedra que moldean para darle formas cuadradas y antinaturales.
A los humanos -además- parece que les molesta que el Sol tarde en salir, y en su impaciencia llenan el exterior de sus madrigueras con unas bolas mágicas que iluminan todo el lugar. Obviamente esas luces deben molestarles para dormir, así que -en su estupidez- primero llenan el lugar de luz antinatural, y luego se encierran en sus madrigueras para que esa luz no les moleste.
En medio de la madriguera, una construcción mas ostentosa y anti-natural destaca por encima de las demás. Y ambas pueden sentir El Mal que emana de ese lugar.
No hablan, las dos lo saben, es la cueva de la BrujAraña de esta zona.
Las BrujArañas no suelen vivir en sitios como este, habitualmente buscan la protección entre sus esclavos humanos en las grandes-madrigueras. Pero esta ha cometido el error (o el atrevimiento) de adentrarse demasiado en el bosque.
Sea error o atrevimiento, van a matarla.
Es una obligación y casi una invitación.
En las grandes madrigueras ellas no podrían adentrarse, en las grandes madrigueras hay demasiados rios de piedra, demadias cajas-que-se-mueven dispuestas a aplastarlas, y sobretodo -el problema principal- demasiados niños.
Los humanos dejaron de var a los suyos hace cientos de siglos. Las BrujArañas les enseñaron una magia que decía que ni Skarla ni Nulea podían existir, y al abrazar su magia, dejaron de verlas. Pero algunas crías humanas aún podían verlas, sus mentes aún no habían sido consumidas por la magia oscura.
No es que fueran invisibles claro, es simplemente que si un humano las veia, incapaz de entenderlas, vería lo que quisiese ver, cualquier cosa que la magia de las BujArañas si les permitiese aún aceptar.
No, no eran invisibles, es solo que los humanos estaban medio-ciegos.
Alrededor de la guarida de la BrujAraña solo hay unas seis o siete construcciones más. Hay también cajas-que-se mueven delante de esas construcciones, pero están quietas y sus ojos no brillan.
Muy cerca del bosque hay unas cuantas cajas verdes, que reconocen como cajas-de-pudrir-comida.
Las BrujArañas, conociendo la pereza y la estúpidez innata de los humanos, idearon hace siglos toda una elaborada perversión que finaliza en esas cajas de color verde.
Llegaban a un lugar donde había comida con sus esclavos humanos, lo destruian todo, acababan con la comida de la zona, cubrían todo con esa piedra gris que usaban también en los rios de piedra para que nada pudiese crecer cerca, y sobre ella, construían sus madrigueras.
Luego, lejos, cortaban bosques y quemaban árboles, y ahi donde habían prosperado cientos de animales comestibles y plantas diversas, ellos solo dejaban crecer una única planta, o obligaban a un animal concreto a reproducirse para ellos encerrados en una corta y miserable vida.
Elegían la comida que mas les apetecía y destruían toda la demás. Luego, esa comida la transportaban en cajas-que-se-mueven hasta sus madrigueras (donde ya habían tenido comida de entrada). A veces las cajas viajaban dias de distancia de vuelta. Y cuando tenían la comida, después de todo ese trabajo, la mordisqueban un poco, y metían el resto en sacos negros que tiraban en las verdes cajas-de-pudir-comida para... eso, para que se pudriese ahí.
Parecía mentira que esos seres tuviesen la inteligencia suficiente como para comunicarse.
Por supuesto, ellos tendrían una explicación para eso, una que ni siquiera sabrían que las BrujArañas habían construido para ellos. Es lo que tienen las BrujaArañas, si escuchas sus viles y envenenadas palabras durante el suficiente tiempo puedes terminar creyendo cualquier cosa, por estúpida que parezca.
Nulea sabe que tienen tiempo, y sabe que la respuesta será afirmativa, pero aún así, mira a su madre y pregunta.
- ¿El arma madre?
Skarla sin dejar de mirar la guarida del enemigo simplemente asiente.
"El arma" tiene un nombre en su idioma, una herramienta sagrada para ellas, una que buscan y preparan cuando es necesario poner fin a un mal, y que después de cumplir con su cometido, abandonan de nuevo en el bosque .
Un humano, de encontrarse una no vería más que una rama de árbol.
Pero el arma tiene un nombre, y es muy concreta. Debe ser una rama que haya caido de forma natural, uno no puede arrancarla. No debe viajar mas de una noche desde que es encontrada hasta que es usada. Debe tener seis nudos, porque son seis las palabras envenenadas que usan las BrujArañas para corromperte el alma, debe ser blanca o de un color claro, porque el corazón de su objetivo es negro, y por último y por motivos prácticos debe ser lo suficientemente gruesa y de la longitud adecuada para que se pueda atravesar el corazón de la BrujAraña con ella.
De no encontrar una, tendrán que dejarlo para la siguiente noche.
Uno podría cargar una de esas armas todo el día claro, pero entonces no sería sagrada, seria un arma y ya está.
También podrían poner una piedra en la punta, como habían hecho los primeros humanos con sus armas. Pero eso no sería adecuado, las BrujArañas son seres malignamente complejos que crean cosas retorcidas y rebuscadas, tejiendo sus telarañas invisibles en los corazones de los humanos, ya sea con su magia, o con sus palabras envenenadas.
El mejor modo de terminar con el mal no es entrar en su retorcido juego, porque eso te acerca al mal, y te aleja del camino, es más bien al contrario.
Una rama del bosque que ya nació adecuada para la noble tarea, la tomas, y con ella atraviesas su negro corazón.
Tan simple, tan limpio, y tan puro, que las BrujArañas no saben como reaccionar hasta que es tarde.
Por suerte Nulea no tarda en encontrar una, hoy el bosque está con ellas.
No está naturalmente-afilada en la punta -lo que sería perfecto- pero afilarla un poco si está permitido.
Agarra una piedra del suelo y la examina, tiene filos duros, es cortante, sería perfecta para afilar el arma, pero es de un color marrón sospechoso. Así que antes de tocar el arma sagrada con ella se la enseña a su madre.
- No. Es un trozo de piedra humana, de esas que tienen agujeros dentro, la usan para construir sus madrigueras.
Nulea la tira al suelo con desprecio, y sigue buscando. Sin embargo el bosque no le sonríe más esa noche, y se ve obligada a mal-afilar el arma contra una vieja roca. Es una lástima, puede que hagan falta varios golpes para atravesarle el corazón esta vez.
Pero aún asi, antes de encaminarse -arma en mano- hacia la guarida, Skarla la toma, la sostiene solemnemente con las dos manos, la levanta hacia los arboles que las observan en silencio y ambas agachan la cabeza en señal de sincero agradecimiento por habsela dado.
La devuelve a su hija, que es más fuerte y le dará mejor uso.
Y juntas, se adentran hacia la madriguera de los humanos y hacia la guarida dónde mora la malvada criatura.