Capítulo II - Planes de Futuro

Días oscuros del Sol Naciente - Morgan Olufsen

Aún a día de hoy,es difícil entender quién fue
Dominike Vladimirovskaya.

Aún resulta complicado entender como alguien
como ella pudo abandonarlo todo, para unirse a
un grupo como el Sol Naciente.

Los cuadros que pintó de joven son aún muy valorados,
y no solo porque fueron pintados por una terrorista.

En una de las épocas más oscuras de la humanidad,
ella pintó cuadros llenos de esperanza.

Cuadros que nos hablaban sobre un pasado utópico.

En ellos vemos ciudades del Viejo Mundo llenas de luz,
vemos bosques verdes, limpios cielos azules,
y mares siempre cristalinos.

Paisajes de un mundo antiguo, olvidado, y muerto,
más bellos y oníricos de lo que nunca fueron en realidad.

Hablan del mundo por el que Dominike Vladimirovskaya,
vivió y murió.

Y hablan de un mundo que ella,
-básicamente- solo soñó.

 
 
Douglas, delante de sus ordenadores
 
Una habitación oscura, huele a humo de tabaco y a lugar cerrado. Estanterías llenas de aparatos electrónicos diversos en una habitación que está empezando a filtrar a través de sus paredes la tóxica humedad de la lluvia del 17.

En el centro de esa habitación, un hombre de unos 40 años, un hombre de espaldas anchas y pelo cano. Douglas Einsslin apaga un cigarrillo en una lata de cerveza para inmediatamente encender otro.

Delante de él, un montón de ordenadores conectados a unos monitores que no dejan de escupir mensajes de texto blanco sobre fondo negro. En todos los monitores excepto uno.

En ese monitor hay una joven mujer rubia, de unos 26 años y con dos ojos verdes que miran con un brillo y una intensidad propia. Y esa mujer está en algún lugar limpio y bien iluminado. Un lugar que -sin lugar a dudas- debe de estar, muy muy lejos del 17.

Hablan entre ellos en la LenguaOficial, aún que a menudo toman prestadas algunas palabras de otros idiomas cuando necesitan expresar algo que la lengua de la ciudadela no contempla.

Hablan despacio, como dos personas que se conocen lo suficiente como para que las palabras, sean solo algo que -a veces- tienen que usar.

Ahora están en uno de esos silencios, uno de esos en que Dominike Vladimirovskaya sabe que Douglas Einsslin necesita unos segundos para, inevitablemente, terminar aceptando algo.

Ella espera, hasta que Douglas rompe ese silencio.

  • Entonces es el final.

  • No podemos alargarlo más, llevan tres años excavando en ese lugar.

  • ¿Hemos hecho lo que hemos podido, ¿verdad?

Más de lo que podíamos -piensa ella-, pero no es eso lo que dice.

  • Doug... Sabes que lo alargaría más, pero quieren verme... Ellos lo saben. Mi laboratorio les dijo que excavasen ahí, ellos se fiaron de mis informes "erróneos".

Y la joven no evita sonreír con cierto orgullo cuando dice 'erróneos'.

  • Podríamos decir....

  • No podemos decir nada. Si no lo saben ya, lo sabrán. Han desperdiciado 15 millones de créditos excavando ahí. Doug... tienes que aceptarlo, Erald... cerrará esa factoría.

El se inclina hacia atrás en su silla, derrotado, y empieza a decir en voz alta todo aquello que ella ya sabe.

  • Maldita sea... Trabajan cinco mil personas ahí.

  • Lo sé.

  • Cinco mil personas que se quedarán sin comida Dominike...

  • Lo sé.

  • Cinco mil personas hambrientas...

  • Lo sé.

  • ... y armadas.

Y Dominike, también lo sabía...

Douglas, más viejo y más cansado que de costumbre, se acerca a una de las ventanas, y aparta una vieja cortina.

Desde la ventana de su taller se ve una buena parte del sector 17.

Callejones oscuros iluminados solo puntualmente por carteles de neón que venden -en su mayoría- armas, mujeres por horas, comida putrefacta, agua descontaminada, y más armas.

Y más lejos, se alzan un montón de gigantescas chimeneas negras que no dejan de vomitar humo negro hacia el cielo. Una vieja pero enorme factoría de extracción del enemigo, que da trabajo -por miserable que sea ese trabajo- a casi el ochenta por ciento de la gente que mal-vive aquí.

Y cuando esa factoría cierre, a las pocas semanas, no tendrán dinero para comprar comida, y en un mes no tendrán dinero para comprar agua descontaminada.

Pero... sí tendrán para comprar armas.

Y es que hacía muchos años que comprar un arma de fuego era muchísimo más barato que comprar comida.

En el Mundo Exterior, bajo la lluvia contaminada y con los vientos radioactivos del yermo, no crecía apenas una sola hierba comestible. Y sin embargo las armas... las armas estaban por todas partes.

Reliquias del Viejo Conflicto.

Por si con esas no fuese suficiente, el Sol Naciente se ocupaba de proporcionar nuevas armas fabricadas en sus talleres clandestinos en el desierto.

Por dinero claro, pero también asegurándose una población armada lista para luchar, un depósito constante de nuevos soldados dispuestos a morir y a matar -sobre todo a matar- por una causa perdida.

Hambre y gente armada, siempre fue una horrible combinación.

  • Correrá la sangre Dominike...

  • Hemos hecho lo que hemos podido Doug, hemos alargado la excavación casi tres años... pero nunca conseguirán extraer más de ese lugar. Ahí no hay nada. Y lo que me sorprende es que no desconfiasen antes de los informes de mis laboratorios, lo que me sorprende es que los hayamos engañado tanto tiempo.

Douglas regresa a su silla y se deja caer en ella. La mujer sigue hablando.

  • Amor mío... No todo está en tus manos... tenemos que dejar esto. Y debes abandonar el 17... pronto.

  • ¿Cuánto tiempo tenemos?

  • Dos semanas mientras se mueve toda la burocracia, como mucho. Luego abandonarán la factoría.

  • ¿Te han denunciado al tribunal mercantil?

  • Han solicitado verme. Quieren revisar los informes, saber porque les dimos información falsa... 'errónea'. Me amenazarán con demandas, pero los laboratorios 29-A no podrán darles ni un centavo, me he asegurado que en el último año solo haya pérdidas. Quizás me amenacen, pero legalmente... no pueden hacer nada.

  • Ya, ya... 'legalmente' no... ¿Estás segura de que no te ocurrirá nada?

  • Tengo protección. Están esos dos tipos que me siguen a todas partes... Mi padre los contrató. No se aún como se llaman, pero son grandes y dan bastante miedo. Aun así... no creo que lleguen a eso, después de todo quince millones de créditos no es tanto para Erald.

  • ¿Si no es tanto porqué te llaman?

  • Creo que tienen preguntas sin responder, y eso les molesta mucho más que el dinero perdido.

  • ¿Y en cuanto a tu padre?

  • También quiere verme, hoy.

  • ¿Lo sabe?

  • Sabe que algo he hecho si... Estará muy cabreado. Le veré en su despacho esta tarde. Supongo que quiere golpear su mesa, mientras me recuerda que soy un fracaso como hija, y como heredera de la General Bioquímica... Lo de siempre. Pero...

Douglas percibe como ella toma aire, como un suspiro aspirado, y sabe que ahora es uno de esos momentos en que ella dirá algo con lo que él no estará de acuerdo.

  • Pero... ¿qué?

  • ... pero pronto no tendré que aguantar eso más, Douglas.

  • ¿Y eso? ¿Vas a dejar la General Bioquímica?

  • No Douglas... yo... he tomado una decisión. Y antes de que empieces a protestar, es una decisión muy meditada.

-¿Qué decisión?

  • Voy a irme. Abandonaré la Ciudadela.

  • No.

  • Si Douglas. Si. Ya está todo preparado, llevo tiempo desviando dinero a formato físico, para nosotros, para nuestro futuro. Y he encontrado alguien que me extraerá el chip.

  • No.

  • Si. Voy a irme Doug. Han pasado seis años, quiero verte, y estoy dispuesta a correr el riesgo.

  • Maldita sea... tú no sabes como es este lugar Dominike, aquí matan a gente día si día también.

  • Correré el riesgo, por ti, por nosotros.

  • En la Ciudadela estás segura.

  • No quiero estar segura, quiero que estemos juntos.

  • No quiero que vengas.

  • Claro que quieres, es solo que te da miedo. Me amas Doug. Aún así, se que jamás me lo pedirías, sé que de poder evitar que lo haga, lo harías. Pero no puedes hacerlo, porque es mi decisión.

  • Maldita sea Dominike... ¿Cuándo?

  • El jueves.

  • ¿Que? ¡No hay tiempo para prepararlo para el jueves!

  • No hay tiempo para que puedas evitarlo para el jueves. Unos hombres me acompañaran a través del sistema de alcantarillado. Saldremos en el sector 16, y luego un aerotransporte hasta el 17.

! RIIIIIIIIIIIN !

En ese momento, un estridente timbre eléctrico suena en el lado de Douglas.

Preguntándose a quien coño se le ocurre pulsar el timbre del taller a las dos de la madrugada, Douglas pulsa un botón y acercándose al micro suelta secamente un "Está cerrado, vuelva mañana", para inmediatamente volver a centrarse en Dominike.

  • ¿Son de confianza?

  • El dinero que recibirán si llego sin problemas al 17 debería hacer que lo fuesen... Es gente de la OMA.

  • La OMA... Mercenarios.

  • No será la primera vez que la gente hace algo solo porque tengo mucho dinero Doug. Mi padre teme especialmente a la gente que no está interesada en el dinero. Ahí tengo que darle la razón, esos son los peligrosos...

  • Vendré a buscarte, al 16.

  • No hay tiempo para conseguir un aerotransporte, y estás en la base de datos de la Policía Militar, moverte de sector siempre es peligroso. Doug, llegaré bien.

! RIIIIIIIIIIIN !

El timbre. El puto timbre otra vez... Douglas vuelve a pulsar el botón para esta vez gritar en idioma Nazshda.

  • Nhadsh-hark naul, karshblut <>

Douglas cuelga, y ella sonríe.

  • Estas sexy cuando dices tacos en ese idioma.

Él no sonríe.

  • Haré lo que sea para que no vengas Dominike, maldita sea, si vienes no podrás regresar. ¡No podrás volver nunca!

  • Si no lo hago no te veré nunca.

! RIIIIIIIIIIIIN !

  • ¿Pero qué coño le pasa a este tío? Maldita sea. ¡Ordenador! Pon la cámara de la entrada.

Y lejos, muy muy lejos, en un carísimo ático en el nivel 36 de la Ciudadela, Dominike Vladimirovskaya puede ver como su amado Douglas palidece cuando un monitor que se acaba de encender le ilumina el rostro...

  • Doug..?

El se acerca al micro de nuevo, y pulsa el botón de hablar... pero su tono de voz es ahora radicalmente distinto.

  • Espera... ya bajo...

  • Douglas... ¿Qué ocurre?

  • Es... Laura.

  • ¿¡Laura!? ¿Qué Laura?

  • Esa Laura si... Laura Shimoda.

  • Joder, mierda.

  • Si, mierda.

  • ¿Qué diablos quiere Douglas?

  • No lo sé...

  • ¡Dile que se vaya!

  • No puedo decirle que se vaya.

  • ¿Qué quiere? Doug! ¿QUE QUIERE?

  • No lo sé, voy a bajar. Tengo que hablar con ella.

  • Doug... Tengo miedo. Esa mujer no trae nada bueno, nunca.

  • Tranquila... te llamaré en un rato. Es posible que solo quiera un lugar dónde esconderse.

  • ¿Y si no?

  • ¡No lo sé Dominike! Tengo que ir... ahora.

  • Doug...

  • ¿Que?

  • Llévate el arma...

  • No será necesario...

  • Douglas... por favor, llévate el arma.

  • Está bien.

Dominike, con el corazón en un puño ve como su amado rebusca en un cajón toma un revolver y lo oculta en su pantalón. Luego el la mira, y al ver su cara de miedo hace algo que la aterroriza aún más, el toca el cristal del monitor y le dice:

  • Te quiero.

La señal se pierde, y Dominike se queda sola delante de un monitor con un parpadeante mensaje de "Comunicación Finalizada".