Capítulo VII - Nugh Shigurath

Días Oscuros del Sol Naciente - Morgan Olufsen

Si había un pecado en la Niug Khalaseth,
ese pecado era usar el Oráculo para cualquier fin que
no fuese preservar la escuela misma.

Por ese pecado, la escuela persiguió y mató a cientos de
hechiceros en una purga interna que duró casi diez años.

Pasado ese tiempo, la escuela diría que la
herejía había sido arrancada por completo.

Diez años más tarde, se darían cuenta de que
-con sangre y lágrimas- habían plantado
el germen de la nueva escuela blasfema.

Aquel año, 60 hechiceros desertaron bajo la protección
del Sol Naciente, convirtiéndose en el Oráculo privado
de la organización y abrazando su sangrienta causa.

No era solo política, eran diferencias religiosas,
filosóficas, políticas, y por encima de todo:
pura supervivencia.

Ambas escuelas creían en la existencia del Tejido
como la materia prima de toda existencia.

Las dos escuelas creían en la existencia de un
Arquitecto creador del mundo que habitaban.

Para la Niugh Khalaset, el Don era el regalo del Arquitecto,
habían sido elegidos, eran privilegiados por Su gracia.

El Oráculo era un arma de doble filo,
por qué no era posible reaccionar a las observaciones
sin alterar, en cada ocasión, el devenir del Tejido.

Cada reacción basada en el Oráculo abría nuevas ramificaciones
y bifurcaciones de nuevas posibilidades dentro de posibilidades.
Y eso, raramente sucedía para bien.

Era pues un regalo que debía ser usado con sumo cuidado,
única y exclusivamente para proteger a la escuela misma.

Ellos decidieron ignorar todo lo demás.

Para la Nugh Shigurath, sin embargo, el Don era algo que
originariamente ya pertenecía a todos los seres con alma.

Un regalo de un ser anterior al Arquitecto y al
que no le dieron nombre.

Y todos los seres con alma vagaban libres en el Tejido.

Hasta que un día fatídico, uno de esos seres quiso ser más que
los demás, y no pudiendo ser más, ese ser intentó
que los demás fuesen menos. Alteró el Tejido encerrando a
las otras almas en una prisión, una mentira espiritual a la que
llamarían mundo físico. Ese demonio les dio el hambre, la
carne, el frio, el corazón, y la guerra. Y ocupados con todo eso,
e incapaces de mirar fuera de esa prisión, los hombres
olvidaron como alterar el Tejido y se convirtieron en esclavos.

La Khalaseth llamó a su Dios creador: Nagul-Nark,
El "Hacedor-de-Todo"

A ese Demonio corrompido, la Shigurath lo llamó: Nagul-Azrá,
El "Hacedor-de-Mentiras".

Historia de la Niugh Shigurath.
-Anónimo

 

 

Nadine tomando un cafe, delante de un transcriptor.

 

Está en una habitación, una habitación que pintaron de blanco hace mucho tiempo, tanto tiempo que la vieja pintura y está empezando a despegarse de la pared.

Y eso, carece de significado.

Hace frío.

Un frío que contrasta con el calor que desprende la taza de café que Nadine abraza entre sus manos.

Al fondo hay un fluorescente que zumba y parpadea.

Y todo esto, no significa absolutamente nada relevante.

Ni el frío, ni el parpadeo del fluorescente, ni el color blanco de la habitación, ni la pintura que se desprende de las paredes, nada.

Bebe un poco de café, está amargo, extrañamente no le parece reconfortante.

Preguntándose cual es motivo, se da cuenta de que no puede recordar una sola vez en que haya disfrutado de esa bebida por sí misma.

Conoce esa sensación por otros, una de muchas sensaciones compartida con alguien a quien ahora no puede recordar, en el profundo sueño del Tejido.

Pero aquí, fuera del sueño hechicero, el café sabe exactamente a lo siempre ha sido para Nadine.

Agua sucia y amarga.

Lo deja sobre la mesa.

Hay pocas cosas en esta habitación, unos archivadores en un rincón, la silla donde está sentada, esa mesa de madera sintética, y detrás de esa mesa, un hombre. Un transcriptor sentado delante de una máquina de escribir.

También tiene un ordenador en esa mesa, pero el ordenador es solo para consultas.

Las observaciones se transcriben siempre a papel, en esas viejas y ruidosas máquinas.

A diferencia de los ordenadores el papel es imposibles de hackear, y relativamente fácil de destruir.

El transcriptor ha tenido que parar para cambiar esa especie de cinta de tinta que usan esas máquinas, y ahora está buscando una de repuesto en unos cajones debajo de la mesa.

A Nadine se le escapa un murmullo que el transcriptor no llega a oír. Por pura costumbre hace una observación en voz alta, a pesar de que no tiene sentido en este lugar:

  • Un trabajo interrumpido...

Un trabajo interrumpido podría significar tantas cosas distintas en el sueño del tejido...

Pero aquí... aquí solo significa que se terminó la tinta.

Le resulta patético.

El hombre cambia la cinta, y luego relee en silencio todo lo que ella ya ha relatado.

Carraspea antes de hablar.

Nadine cree que está algo nervioso cuando habla con ella, seguramente le preocupa que la hechicera le haya visto en alguno de los sueños.

Y si, Nadine lo había visto, en más de una ocasión.

Ella sabía perfectamente que es lo que a ese hombre le gustaría hacer con el frágil cuerpo de la hechicera, sabía perfectamente como deseaba empujarla sobre la mesa, para comprobar si podía despertar algo más en ella a base de embestirla con fuerza.

Teóricamente desde la primera vez en que lo vio debería habérselo contado, también eso debía ser transcrito y documentado.

Pero a Nadine le pareció que además de irrelevante era violento, e incómodo.

Guardar ese secreto, es lo más cercano a una aventura que ella puede imaginar.

El hombre coloca bien el papel, y le hace más preguntas de rutina, solo por si se han saltado algo.

  • Dices que no reconociste al lobo viejo.

  • No... Era un hombre, eso casi seguro, viejo o muy cansado, o quizás sabio, hastiado...

  • ¿Es una conclusión?

  • Una posibilidad solo. Pero el trono... es algún tipo de responsabilidad, una que él no quería, casi seguro.

El hombre busca el parágrafo donde se describe el trono sangrante, y anota: "Casi seguro".

  • ¿Por qué estás tan segura de la loba?

  • Intuición supongo.

  • Y tu intuición te dice que...

  • Si. Es Shimoda.

  • Bien...

El busca el parágrafo y apunta: "Intuición, reitera, sujeto recurrente en sueños de la hechicera".

Ella mira de reojo hacia ese maldito fluorescente que por algún motivo nadie repara ni apaga.

  • Ese híbrido, no es su avatar habitual...

  • Había más gente, la escena podría estar contaminada.

  • Solo tres personas, quizás solo dos.

Nadine suspira, la gente que nunca ha descendido en el sueño del tejido, tiende a opinar sin saber.

  • Uno más es suficiente en ocasiones. Importa la intensidad total de la emoción, no la cantidad de gente que la siente.

El asiente, se gira hacia el ordenador y teclea un poco. Luego gira la pantalla en su dirección.

  • ¿Era más o menos así? ¿El animal?

  • Si, tenía medio cuerpo así, y una pata.

  • Una hiena. - y tal como lo dice, lo escribe

  • No parece amigable... ¿Qué es? ¿Una mutación?

  • No eran especialmente amigables, carnívoros. Y no, es un animal extinto, del Viejo Mundo.

Pulsa unas teclas más y una impresora empieza a escupir papel, y él lo adjunta al resto de la transcripción con un clip. Durante un momento ella puede ver el documento, y en ese documento hay una vieja foto de Laura.

La Dashiri, la asesina del Sol Naciente.

Y en esa foto, se ve una chica joven, morena, delgada, parece seria.

Es todo lo que se ve ahí.

En esa foto no se ven las cicatrices que cubren el pelaje de la loba y el alma de la chica, tampoco se ve su tristeza. No se ve lo peligrosa que puede llegar a ser, ni lo sola que Laura Shimoda se siente.

Ahí solo se ve una chica.

Fuera del sueño del Tejido, todo parece una mala falsificación. Un disfraz barato.

Nadine siente cierto vínculo con la asesina. Y no debería, pero la ha visto tantas veces en el sueño hechicero...

Y aunque sabe que no es posible, le gustaría poder hablar con ella, quizás porque la ha soñado muchas veces. O quizás es solo, porque ella también se siente rota.

Le gustaría decirle que no es tarde, que quizás puede dejarlo todo, que puede apartarse de toda esa muerte y correr lejos del pasado. Decirle que no tiene que sufrir para siempre.

Le gustaría abrazar a esa chica que no la conoce, y decirle que ella si sabe quién es, que no está sola y que ella si entiende todo su dolor, porque lo ha vivido con ella, las dos, juntas.

Pero no.

No es para eso para lo que la entrenaron.

La hechicera aparta de su mente ese vínculo, y cuando aparta todo sentimentalismo, solo queda lo que ha visto y sus implicaciones.

Y Shimoda siempre tiene demasiadas implicaciones. Las hebras del tejido se bifurcan y retuercen sobre si mismas a su alrededor.

Es una asesina de la organización, y entiende que el hecho de que sea peligrosa puede llegar a serles útil.

Pero es mucho peor que peligrosa. Shimoda resulta impredecible. Y para el Oráculo, la poca gente que es realmente impredecible, siempre resulta ser un problema.

Apartado todo, Nadine aporta -una vez más- la solución que tanto ella como la mayoría de las hechiceras siempre han considerado más óptima.

  • Seguimos pensando que se la debería matar.

El hombre ni se inmuta, simplemente se desplaza hasta 'Conclusiones' y lo apunta.

Podría insistir, pero simplemente le responderá que "Las observaciones del Oráculo siempre son consideradas". Da igual, su observación está hecha y no sirve de nada insistir.

El busca los cigarrillos en sus bolsillos, siempre lo hace cuando considera que la transcripción está terminada. Pero por alguna razón ella siente que no, que no está todo.

Le interrumpe cuando él ya tiene el encendedor a un palmo de la cara.

  • Al final... cuando los ojos rojos, y el olor...

  • Si...

  • Sentí mucha muerte, y mucho sufrimiento.

  • Lo he apuntado, muerte y sufrimiento.

  • No... MUCHA muerte. ¿Apuntaste 'mucha'?

El coloca el papel de nuevo, se desplaza a uno de los últimos parágrafos y añade: "Gran intensidad"

Nadine, ahora que si considera que ya terminó su trabajo, solo puede pensar en dejar de escuchar ese fluorescente, y abandonar este lugar vacío cuanto antes mejor. Solo quiere regresar al sueño. A un lugar dónde las cosas tengan algún significado.

  • ¿Cuándo podré volver al Oráculo?

  • Aún no. Has estado muchas horas esta vez, debes comer, y dormir.

  • Pero...

  • Se te avisará cuando sea seguro.

Intentando que no se note lo molesta que está, se levanta de su silla para dirigirse a la salida.

Lo hace demasiado rápido, se marea.

Quizás el hombre tiene razón. Quizás hace demasiado que no come nada.

  • Hay algo más. -dice el

Se apoya disimulando en la silla para que no note su mareo. Ellos podrían apartarla más tiempo del Oráculo si creen que está débil.

Pero el transcriptor no se da cuenta, él sigue hablándole sin dejar de remover papeles en su mesa.

  • Ha venido una Hechicera Superiora. Quiere hablar contigo.

  • Joder...

El transcriptor la mira y sonríe con cierta sorpresa. Y es que "joder" no es la forma correcta de responder a la llegada de una Superiora. Pero el hecho, es que Nadine no soporta a esas mujeres.

Dicen que conocen el Tejido, dicen que son las protectoras de la escuela y de sus tradiciones. Si, eso dicen...

Pero a ella solo le parecen mujeres viejas. Hechiceras que no fueron lo suficientemente buenas como para que se les permitiese seguir observando en el Oráculo.

Y ahora, van por ahí interpretando los sueños que ellas no tenían, y dando lecciones a las que si son capaces de sumergirse en el Tejido...

Solo son mujeres viejas, que conocen muchas historias viejas.

  • Lo siento... Iré ahora.

  • No. Ahora ve a descansar. Ella vendrá a buscarte.

Abandona la habitación, con un ligero mareo que persiste. Y mientras camina por el pasillo se pregunta si el transcriptor la está mirando.

No se cree capaz de tener nada con nadie, y mucho menos sexo. No fuera del Tejido.

Si el intentase algo se asustaría, es posible que incluso gritase.

Pero, aun así, por algún motivo, y mientras que nadie invada su espacio personal... le gusta que alguien la desee.

Se pregunta -también- qué diablos puede querer la Hechicera Superiora.

Una hechicera, que ya no mira en el Oráculo...

Llega a la conclusión de que -lo más probable- nada especialmente relevante.