Durante sus seis siglos de historia,
el conflicto con el Sol Naciente se llevó la
vida de casi 12 millones de personas.De esos, unos 800 mil fueron miembrose ejecutados por
la propia organización, acusados de traición, o
asesinados en disputas internas varias.La mitad de los habitantes de los sectores
exteriores temían al Sol Naciente. La otra
mitad -además- lo consideraban su ejército.Ustedes me dicen que el Sol Naciente era cruel.
Y yo no se lo niego, ¿Cómo puede negarse eso?
Lo era.Aclarado este punto... Pregúntense cómo es posible
que la mitad de los habitantes del Mundo Exterior
apoyase su causa.Ellos quizás estaban equivocados, pero toda la miseria
y el dolor que provocaron, lo provocaron por una
causa, por un sueño. Por un ideal que a fin de cuentas
incluía poco más que impedir que sus hijos vivieran en la
mierda que implicaba vivir en el Mundo Exterior.¿Por odio? Pues también.
La policía militar y otros grupos afines al Sistema Estado
lo hicieron para mantener una dictadura que funcionaba,
para evitar el caos, porque consideraban que era lo
mejor para la humanidad.¿Por odio? Si, también ellos.
Y ambos grupos justificaron sus acciones. Porque
funciona así. Porque es fácil justificar la muerte...
cuando se trata de la muerte de otros.No digo que escondan la crueldad del Sol Naciente,
yo nunca he pedido eso. Lo único que pido,
es que no olviden qué es lo que la Corporación
representó en el Mundo Exterior.Recuerden que el Sol Naciente tenía
una causa, y el Sistema Estado otra.Pero la sangre que derramó la Corporación,
la derramó única y exclusivamente -no lo olviden nunca-
para aumentar sus beneficios.El Conflicto Interminable - Anónimo
Uno de los muchos callejones oscuros en las afueras del 17.
Cerca de ese terminal de red hay dos hombres armados, vigilando y hablando.
Hacía muchos años la corporación había instalado un montón de esos terminales, se podían usar gratuitamente. Lo hicieron cuando intentaban censar de algún modo a los habitantes de los sectores exteriores, y también, porque planeaban instaurar algún tipo de criptomoneda ajena a los créditos del Sistema Estado.
Pero la gente del mundo exterior despreciaba el dinero digital, y tenían preocupaciones que no incluían enviar mensajes a través de ninguna red.
La mitad de esos terminales fueron desvalijados y vendidos a piezas en el submercado en cuestión de días.
El resto se los apropiaron diferentes grupos. Y esos grupos ponían uno o dos hombres armados cerca y los alquilaban a quien los necesitase por un módico precio.
Por supuesto, que podrían haberlo usado gratis con solo mencionar al Sol Naciente. ¿Pero para que llamar la atención?
Laura se acercó a ellos, preguntó ¿cuánto?, y se sacó 150 créditos del bolsillo, sin regatear.
La luz de esa terminal, y la luz que desprende la hoguera de sus guardianes es la única luz en todo el callejón.
Las calles del 17 son ya peligrosas, pero las afueras del 17 son más peligrosas.
Doug no había elegido la ubicación de su taller al azar.
Cerca del submercado, con guardias de la Outworld Merchant Asocciates caminando por las calles con sus gabardinas verdes y sus AK-47 a la espalda.
Su pequeño taller no pagaba a la asociación de mercenarios claro. Pero los del submercado si lo hacían, los ladrones no solían acercarse a esa zona.
Preferían zonas como esta.
Desde el reencuentro con Laura, no se ha separado de su viejo revólver ni un segundo.
La Dashiri está apoyada en una pared, a tres metros, fumando mientras espera a que termine de escribir el mensaje.
Que ella esté aquí, le da cierta de seguridad.
Y es que Douglas había matado ya. En dos ocasiones.
La primera vez en el Sol Naciente.
El estaba en un bar con dos soldados y otra dashiri, y un grupo de tíos entró, y sin mediar palabra, abrió fuego contra su grupo.
A día de hoy aún no sabe exactamente quienes eran ni porqué lo hicieron.
Disparó sin casi mirar en dirección al caos de fuego enemigo de la entrada, le dio a uno.
Pura suerte.
Cuando le permitieron mantenerse alejado del Sol Naciente, pensó que no tendría que vivir aquello nunca más.
Sin embargo, no hace más de un año, y sin la organización de por medio, Douglas mató a una mujer.
El volvía a su taller, ella apareció de un rincón oscuro. Lo acorraló en aquel callejón. Una adicta al Jet armada solo con una jeringuilla ensangrentada.
Doug le lanzó el poco dinero que llevaba encima, porqué nunca salía con demasiado dinero encima. Pero la mujer se obcecó con que le diese el resto que ella pensaba que escondía.
Y ella se acercaba más y más con esa jodida jeringuilla en la mano, exigiéndole un dinero que el no tenía.
Desenfundó el revólver, le dijo que se fuese.
Y ella vio el arma claro, pero el cerebro de los adictos al Jet funciona... distinto.
Ella no pensó en que ese hombre la podía matar. Lo que ella pensó, fue que con lo que le diesen por ese revólver, con eso si podría pagarse otra dosis.
El la advirtió. Dos veces joder.
Estaba a punto de disparar al suelo, cuando ella aceleró súbitamente, abalanzándose hacía el.
Presionó el gatillo y la bala la atravesó, llevándose trozos de un pulmón hasta la pared más cercana.
La mujer se quedó tirada en el suelo, mirándose como sorprendida de que toda esa sangre pudiese brotar de su pecho.
Doug debería haberla rematado... pero se asustó. El retrocedió sobre sus pasos, se dio la vuelta y se alejó corriendo.
La dejó allí, ahogándose en su sangre.
Nunca se lo contó a Dominike.
Nunca se lo contó a nadie.
Debería haberla rematado.
Y aún así... dos no podían considerarse costumbre.
No se fiaba de su viejo revólver. Y lo que era peor, no se fiaba de el mismo.
Llegado el momento, Doug temía que pudiese dudar.
Shimoda por otro lado... A ella le daban un nombre, a veces solo una foto, y ella había hecho lo que hacían las niñas del Sol Naciente.
Ellas acechaban, a veces durante días. Esperando pacientemente el mejor momento. Y cuando encontraban ese momento, lo ejecutaban.
Habitualmente de un tiro en la nuca, por la espalda, sin complicarse.
Ellas si se aseguraban de rematarles.
Así que si a alguien se le ocurría sacar un arma cerca de ellos: Al menos Shimoda no dudaría.
Cuando llegaron, antes de entrar en el callejón, la Dashiri se había acercado a una prostituta. Habló solo un momento y le extendió unos cuantos billetes de 50.
Aquella chica teñida de rubio se convirtió en la encargada de vigilar al final del callejón. Si se acercaba una patrulla de la policía militar, ella les haría señales.
Cuando Doug le preguntó, Laura dijo:
- ¿Tu como preferirías ganarte la noche? ¿Vigilando si vienen polis, o comiéndole la polla a estos putos yonkis sidosos?
Sin lugar a dudas, Douglas habría preferido vigilar.
Ya no teclea.
Ahora Doug repasa -una y otra vez- un mensaje que resplandece en color verde fósforo en la pantalla de esa maltrecha terminal.
De vez en cuando la pantalla parpadea y se desdibuja toda la imagen. Y él sabe que es porqué el tubo catódico está empezando a fallar.
Daría lo que fuese porque su problema fuese estar en el taller, averiguando como puede reparar esa máquina.
Hace un gesto a Laura, que cruza la calle y se acerca al monitor para leer ella también.
- Me parece bien.
Doug dedica los siguientes 5 minutos a introducir y repasar los 132 caracteres de texto que forman su clave de cifrado del Sol Naciente.
Una clave, que ya no es segura.
Pulsa un par de teclas más y un mensaje en rojo le solicita "confirmación para enviar mensaje cifrado"
Posiciona su dedo índice sobre la tecla de "Introducir", y lo deja ahí, sin pulsar aún.
Un botón. Solo un jodido botón. Y cuando lo presione, admitirá que está tomando el mando de la organización.
El... un puto mecánico que no le importa a nadie, y que es un ex-ciudadano, además.
Mierda, si ni siquiera se atrevió a rematar a una yonki.
-
Se hace con ese botón.
-
Ya lo sé...
-
Si quieres te ayudo, podríamos contar hasta tres y pulsarlo los dos a la...
-
Cállate joder.
El mensaje es mucho más largo, tiene cierta formalidad, habla de la tradición, habla de la cadena de mando... habla de gilipolleces.
Se puede simplificar, lo que dice en realidad es que están en la mierda, dice que no se deben usar más los terminales, dice que se escondan, que vigilen su culo, y que aguarden instrucciones.
Laura entra en alerta y da unos pasos en dirección a la entrada del callejón. Allí un borracho se está poniendo demasiado insistente con la improvisada encargada de la vigilancia.
Pero la chica no necesita ayuda, ella sólita saca una navaja de su pequeño bolso para blandirla cerca de la la cara del hombre. El borracho se aleja hacía otro callejón, mirando atrás de vez en cuando y gritando insultos en Nazshda.
La guerrera regresa a su posición. Doug sigue ahí, mirando la pantalla.
-
Laura... ¿Seguro que no localizarán la terminal?
-
El geoposicionador es lo primero que desactivan esos tíos. - Y señala a los hombres armados que están a unos metros, fumando, y hablando sobre vete a saber qué.
Un Don Nadie, un mecánico, ex-ciudadano, y un repudiado de la organización respira hondo, pulsa una tecla, y se convierte en el jodido líder del Sol Naciente.
Laura le da una palmada en la espalda.
-
Felicidades por el ascenso.
-
Vete a la mierda.
Se dirigen al final de la calle, y antes de irse Laura se acerca de nuevo a la chica.
- Si alguien pregunta, no dirás nada, me lo dirás a mí. Yo te daré más dinero. Pero si hablas de nosotros... estarás traicionando al Mundo Exterior.
Traicionando al Mundo Exterior...
Doug sabe que significan esas palabras, y la chica también lo sabe, el mensaje es: ¿Prefieres dinero del Sol Naciente, o una bala del Sol Naciente?
La chica deja claro que prefiere lo primero y Laura le da un par de billetes más, solo para que ella vea que lo del dinero va en serio.
Se alejan.
-
¿Qué haremos ahora Doug?
-
Contactaremos con los hackers de Cult. Ellos puede que sepan cómo han conseguido acceder al canal cifrado.
-
Suponiendo que no hayan sido los putos frikis esos.
-
Son del Mundo Exterior, ni siquiera ellos joderían con la organización. Además... no son amigos de la PM.
-
Igual nos piden dinero.
-
Quizás si...
-
Puedo conseguir unos 100, sin demasiado revuelo.
-
¿Cien mil créditos? Joder es mucho.
-
Te recuerdo que nos acabamos de gastar 150 créditos en enviar un mensaje, y 250 en sobornar una puta.
-
Será suficiente, tampoco queremos llamar la atención.
-
Vale.
-
En dos días...
-
Si, en dos días iré a buscar a tu novia.
-
Ya sé que no debería ordenarte eso...
-
Si eso es una orden te diré que te la metas por el culo. Lo hago como un favor.
-
Nau...
-
Déjalo Douglas. Ni siquiera lo pronuncias bien...
Caminan media hora hasta llegar a la zona del submercado, ella se detiene en una bifurcación.
-
Iré a beber algo, luego empezaré a mover hilos por lo del dinero.
-
Iré empaquetando lo necesario. Buscaré un vehículo.
-
Vale
-
Nakta.
-
Nakta.
Se separan.
Laura camina unos diez minutos más y llega a un bar. Esa justo al lado del submercado, un sitio que había encontrado mientras estaba buscando a Doug y le gustó.
Venden tabletas alimenticias claro, pero también tienen comida de verdad. O al menos todo lo 'de verdad' que puede ser una vaca mutada genéticamente y que crece indefinidamente en los tanques estancos de la Corporación.
Laura había visto uno de esos bichos en una ocasión.
Dentro de un tubo de cristal de unos 30 metros de largo y 4 de ancho, flotando en un líquido rojizo y gelatinoso. Parecía solo un gran amasijo de carne.
Hasta que te acercabas y podías ver como de ese amasijo crecían extremidades sin un orden aparente.
Las extremidades, exceptuando que no tenían piel, si parecían normales. O al menos se parecían a lo que ella había visto en una foto.
En la parte 'delantera' del animal había un montón de ojos blanquecinos y ciegos que a veces se movían y parpadeaban. Le contaron que no tenía terminaciones nerviosas, así no se quejaba cuando las maquinas cortaban las extremidades que ya habían crecido lo suficiente.
A su lado, había cientos de tubos de cristal más.
A diferencia de la mayoría de la gente, Laura podía permitírselo. Pero desde aquel día volvió a comer solo tabletas.
Al menos las tabletas no tenía ni puta idea de cómo las hacían. Y decidió que -por si acaso-, nunca preguntaría.
Se acerca a la barra, y un tío negro como la noche y grande como un armario le pregunta que quiere. Pide una jarra de cerveza y un paquete de Smoke-God de 20, se lo lleva todo a la mesa, se sienta, quita disimuladamente el seguro de la cinco-site, y se dedica a esperar.
Cuando lleva más o menos media jarra, entra un hombre. Busca con la mirada, y cuando la localiza, se acerca a su mesa.
Se queda plantado delante de ella.
Viste un mono de currante como Doug, es alto y grande como él, parece más joven, es bastante más feo.
Laura nunca ha visto un cerdo, pero sabe cómo son porque en las tabletas sabor beicon hay un dibujo de un bicho de esos.
Tiene ojos oscuros, pelo corto, piel grasienta y cara de cerdo.
Les ha estado siguiendo un buen rato, desde poco después de dejar el callejón.
Si hubiese seguido a Doug ella lo habría seguido a él. Pero la siguió a ella y Laura lo ha atraído hasta este bar.
El hombre-cerdo se queda ahí quieto sin decir nada, hasta que la guerrera empieza a impacientarse.
- ¿Qué?
Él sonríe, y como toda respuesta dice:
- Olfsen.
"Mierda" - piensa Laura. Pero no baja el tono.
-
¿Y qué?
-
Nosotros queremos hablar contigo.
Su voz es grave, se nota que normalmente habla en Nazshda, el tío mete una hache gratuita en cada letra que se parezca a una ka.
-
No es conmigo con quien tenéis que hablar.
-
No está prohibido... que soldado habla, con otro soldado.
-
¿Has venido con un soldado? ¿Dónde está?
El hombre vuelve a sonreír. A Laura le cabrea la gente que sonríe porque si.
- ¿Puedo sentarme?
Ella, con el pie, empuja ligeramente una silla en su dirección y Cerdi se sienta. Shimoda mira de reojo hacia la puerta.
-
Yo viene solo, Laura Shimoda.
-
¿Te llamas?
-
Ashur.
-
¿Qué coño quieres Ashur?
-
Estamos... preocupados.
-
Vale. -toma un sorbo- ¿Puedo ayudarte en algo más?
-
Nos preocupa... organización.
-
Creo que no es vuestro problema, aún.
-
Hemos visto el... el... skhlad naurzat.
-
No hablo Nazshda. Y se dice 'mensaje cifrado'.
La respuesta contradictoria lo descoloca, pero el cabrón vuelve a sonreír, otra puta vez.
- Neh Douglas, skhlad naurzat harlnek uskhi...
Laura lo interrumpe.
- Que no hablo Nazshda, coño.
Esta vez sí, su sonrisa desaparece. Ya era hora.
-
Nosotros, hemos visto... "mensaje cifrado"
-
¿Y qué? ¿Hay algo que no has entendido?
-
¿Lo escribes Douglas Einslin, o lo escribes, tú?
-
Lo escribe tu puto jefe. La cadena de mando es inquebrantable.
-
Inh khebran table...?
-
Ahg nakt-et ulkzamat La cadena de mando, es inquebrantable
-
Si si... Nosotros hemos entendido mensaje, entender, aunque... estar escrito en Lengua... de Ciudadano.
Eso era una gilipollez. Laura había visto miles de mensajes cifrados del Sol Naciente, todos escritos en la Lengua Oficial. El Nazshda ni siquiera tenía una forma escrita establecida. Cuando era necesario cada uno lo escribía como le salía de las pelotas.
Joder, había palabras que cambiaban de un sector al otro, no había visto un mensaje cifrado en Nazshda en años.
Así que lo que el hombre-cerdo quiere decir en realidad es:
"Ni siquiera habla nuestro idioma, no es uno de los nuestros"
Pero ella no le sigue el juego.
-
¿Que buscas? ¿Una traductora?
-
Olfsen no fiar, de ex-ciudadano.
-
¿Y?
-
Solo vengo a informarte, a ti.
-
Estoy informada.
-
Como amigo...
-
No te conozco de una mierda... pero mis amigos siempre pagan la cuenta. Podrías empezar por ahí.
Lo dice para mosquearle claro. Pero el cabrón levanta la mano hacia el negro de la barra, hace el símbolo de dinero con dos dedos, señala a toda la superficie de la mesa y se señala a sí mismo.
El camarero asiente.
Cerdi la mira y sonríe.
-
Sonríes demasiado Ashur, la vida no tantas cosas graciosas.
-
Nosotros creemos Douglas no será bueno. Para líder.
-
Lo que tu creas no importa, pero de todos modos: te equivocas.
-
Si equivocamos mejor. Pero si llega momento: ¿Laura es de Mundo Exterior? ¿no?
-
Ese momento no llegará, y yo que tu vigilaría la lengua. La cadena de mando...
-
Si si... in khejbran table, sabemos.
Laura se levanta al mismo tiempo que una camarera deja la jarra para el esbirro.
-
Me quitas la sed, Ashur.
-
Solo compartía hablar, con otro soldado.
-
Cuando queráis compartir más 'hablar', usad este teléfono satelital. -le da un papel con un numero- Y dile a Olfsen que no me gusta que me sigan.
El hombre asiente y sonríe, luego se centra en su cerveza, ella se aleja.
Se detiene un momento en la barra. Busca rápidamente con los ojos y pide la botella más cara que puede localizar, una que tiene algo escrito en chino.
También pide una de vodka, por si no le gustase lo que coño sea la cosa esa.
En vez de pagar señala a Cerdi, y el armario asiente.
Le será útil tener algo para beber cuando hable con Doug.
Igual así le convence de que, lo más probable, tengan que matar a estos tíos.